ZS11051109 - 11-05-2011
Permalink: http://www.zenit.org/article-39236?l=spanish
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La oración muestra la sed del hombre del infinito, afirma el Papa
Desde las cavernas hasta la “era digital”, el hombre busca sentido a su finitud
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 11 de mayo de 2011 (ZENIT.org).-  El hombre es religioso por naturaleza, y la oración expresa esa  necesidad profunda de encontrar sentido a la existencia. Así lo afirmó  hoy el Papa Benedicto XVI durante la audiencia general celebrada en la  Plaza de San Pedro.
En esta segunda catequesis de su recién  comenzado ciclo sobre la oración, el Pontífice quiso profundizar en qué  es la oración, que es mucho más que un rito o una fórmula.
 “Vivimos  en una época en la que son evidentes los signos del secularismo. Parece  que Dios haya desaparecido del horizonte de muchas personas o que se  haya convertido en una realidad ante la cual se permanece indiferente”,  afirmó.  
 Sin embargo, al mismo tiempo, hay “muchos signos que  nos indican un despertar del sentido religioso, un redescubrimiento de  la importancia de Dios para la vida del hombre, una exigencia de  espiritualidad, de superar una visión puramente horizontal, material, de  la vida humana”.  
 Citando sobre todo el Catecismo de la Iglesia  Católica, el Papa explicó que el hombre “es religioso por naturaleza”, y  “siente la necesidad de encontrar una luz para dar respuesta a las  preguntas que tienen que ver con el sentido profundo de la realidad;  respuesta que no puede encontrar en sí mismo, en el progreso, en la  ciencia empírica”.  
 “El homo religiosus no emerge sólo  del mundo antiguo, sino que atraviesa toda la historia de la humanidad”,  afirmó. “El hombre “digital” así como el de las cavernas, busca en la  experiencia religiosa las vías para superar su finitud y para segurar su  precaria aventura terrena”.  
 El hombre espera de las diversas  religiones “la respuesta a los enigmas recónditos de la condición  humana, que hoy como ayer, conmueven íntimamente su corazón”, añadió,  citando la declaración Nostra Aetate.  
 “El hombre sabe  que no puede responder por sí mismo a su propia necesidad fundamental de  entender. Aunque sea iluso y crea todavía que es autosuficiente, tiene  la experiencia de que no se basta a sí mismo. 
Necesita abrirse al otro, a  algo o a alguien, que pueda darle lo que le falta, debe salir de sí  mismo hacia Él que puede colmar la amplitud y la profundidad de su  deseo”.  
 “El hombre lleva dentro de si una sed del infinito, una  nostalgia de la eternidad, una búsqueda de la belleza, un deseo de  amor, una necesidad de luz y de verdad, que lo empujan hacia el  Absoluto; el hombre lleva dentro el deseo de Dios. Y el hombre sabe, de  algún modo, que puede dirigirse a Dios, que puede rezarle”.  
 Esta  atracción del hombre hacia Dios, explicó el Papa, es algo “que Dios  mismo ha puesto en el hombre”, y “es el alma de la oración, que se  reviste de muchas formas y modalidades según la historia, el tiempo, el  momento, la gracia y finalmente el pecado de cada uno de los que rezan”.   
 “La historia del hombre ha conocido, en efecto, variadas  formas de oración, porque él ha desarrollado diversas modalidades de  apertura hacia lo Alto y hacia el Más Allá, tanto que podemos reconocer  la oración como una experiencia presente en toda religión y cultura”.
 La  oración como experiencia del hombre es “una actitud interior, antes que  una serie de prácticas y fórmulas, un modo de estar frente a Dios,  antes que de realizar actos de culto o pronunciar palabras”.  
 “La  oración tiene su centro y fundamenta sus raíces en lo más profundo de  la persona; por esto no es fácilmente descifrable y, por el mismo  motivo, puede estar sujeta a malentendidos y mistificaciones”.  
 Por  ello también, añadió, “rezar es difícil. De hecho, la oración es el  lugar por excelencia de la gratuidad, de la tensión hacia lo Invisible,  lo Inesperado y lo Inefable. Por esto, la experiencia de la oración es  un desafío para todos, una “gracia” que invocar, un don de Aquel al que  nos dirigimos”.
 Una expresión típica de la oración, explicó, es  el gesto de ponerse de rodillas. “Es un gesto que lleva en sí mismo una  radical ambivalencia: de hecho, puedo ser obligado a ponerme de rodillas  -condición de indigencia y de esclavitud- o puedo arrodillarme  espontáneamente, confesando mi límite y, por tanto, mi necesidad de  Otro”.  
 “En este mirar a Otro, en este dirigirse 'más allá' está  la esencia de la oración, como experiencia de una realidad que supera  lo sensible y lo contingente”.
 La oración cristiana, además, da  un paso más alla, pues Dios ya no es un desconocido buscado a tientas,  sino un Dios visible. “Sólo en el Dios que se revela encuentra su plena  realización la búsqueda del hombre”, afirmó.  
 En este sentido,  la oración pasa a ser “la apertura y elevación del corazón a Dios, se  convierte en una relación personal con Él”. 
 “A medida que Dios  se revela, y revela al hombre a sí mismo, la oración aparece como un  llamamiento recíproco, un hondo acontecimiento de Alianza. A través de  palabras y de actos, tiene lugar un trance que compromete el corazón  humano”.  
Tomado de ZENIT
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