viernes, 28 de octubre de 2011

Reflexión del Evangelio según San Mateo 23,1-12 (Domingo 10/30/2011)

¿Quién es Dios para mí?


Hoy en día, en una dimensión muy positiva del ser humano se habla de autorealización, autodeterminación, autoestima, como un volver la mirada a la persona misma y que se haga responsable de sí misma, que se quiera, que se empodere, que se apropie de sí y tome las riendas de su vida. Sin embargo, como muchas cosas en la vida, algo tan positivo puede también caer en un exceso y volverse contra el mismo ser humano a quien se intenta salvar, cuando la persona se cierra en sí misma y no acepta que otro la ilumine con su verdad, que otro la determine o influya con su amor.

En el colmo de la exageración de ese “libertad”, el ser humano quiere ser su propio padre/madre, es decir, su propio principio, quiere decidir acerca de lo que le hace bien y lo que le hace mal, quiere marcar el camino de acuerdo a las “verdades” que va descubriendo en la vida, es decir, el ser humano experimenta constantemente la tentación de ser “dios” para sí mismo, de ser su propio maestro y señor, de no tener nadie que me diga lo que debo hacer…

Frente a esta tentación reacciona Jesús en el evangelio de hoy: “a nadie llamen maestro, a nadie llamen señor, a nadie llamen padre”. ¿Significa que debemos desterrar estas palabras de nuestro vocabulario? No, jamás, no es tan sencillo. Significa que no tenemos tener otra verdad más que la que nos enseña Dios en su Palabra, que nosotros no podemos engendrarnos a nosotros mismos, que no podemos ser la causa de nuestra propia vida, de nuestra propia felicidad… que así como no nos dimos la existencia nosotros mismos, tampoco nos damos nosotros mismos la felicidad y la plenitud de la vida, esta es un don y un regalo que recibimos de Dios cuando lo aceptamos como nuestro Dios, como nuestro Padre, como nuestro Señor, cuando nos quitamos nosotros mismos de ese lugar y se lo damos a Dios.

Y es que muchas veces no solo queremos ser “dios” para nosotros mismos, sino que también queremos serlo para los demás. Estamos tan seguros en el fondo de nosotros mismos que no somos ni podemos ser Dios, que entonces para probarnos que sí lo somos y mantenernos en ese engaño, intentamos por todos los medios controlar, dominar e imponernos a los demás. Seguro pensamos en el fondo de nosotros mismos: “Si todos me hacen caso, seguro es porque yo de verdad soy el “maestro” (el que enseña la verdad), el “padre” (el que da a luz la felicidad y plenitud para todos).

Todos andamos buscando la verdad, el amor, la felicidad, la plenitud… muchos inician su búsqueda en sí mismos, y deciden ser sus propios “dioses” y se quieren imponer a los demás como “dioses”. Es muy fácil reconocer la gente así, andan tensos, cansados, preocupados, y hasta malhumorados todo el día, pues cuesta mucha energía hacer el papel de “dios” todo el día, y lo peor, es que esa felicidad añorada no termina de llegar. Hay otra clase de gente, que con humildad descubre que él o ella no son Dios, y entonces deciden empezar a conocer la Verdad y el Amor de Dios en sus vidas, y aunque les cueste, poco a poco su vida va reflejando esa paz y esa alegría que da la verdadera libertad, que no es sino aceptar la verdad de que somos creaturas y que solo confiados en los brazos del Creador encontraremos el sentido de nuestra vida, que solo perdiendo nuestra libertad en las manos de Dios, la podremos recuperar en plenitud.

¿Te gustaría atreverte a perder tu libertad en las manos de Dios, para encontrarla en plenitud?



sábado, 15 de octubre de 2011

Poesías de Santa Teresa de Ávila

Las poesías de Santa Teresa fueron escritas en momentos de éxtasis religioso, mezcladas con sus diarios de vida y con sus escritos sobre religión, misticismo y ascetismo. Podemos ver en ella el reflejo del profundo amor que sentía hacia Dios y cuán estricta fue en su doctrina.

Poesías de Santa Teresa de Ávila